A veces nos
preguntamos por qué nuestros días están llenos de momentos difíciles, no le
encontramos una explicación al hecho de que nuestros proyectos se vean
constantemente frustrados, o nos encontremos casi a diario en episodios de
desolación.
Es así que sólo por
casualidad me encontré con la siguiente historia:
“Oí una parábola
antigua. Y debe ser muy antigua porque en aquellos días Dios acostumbraba a
vivir en la tierra. Un día un viejo campesino fue a verle y le dijo:
- Amado Dios, dame
un año y déjame que las cosas se hagan como yo quiero y veamos qué pasa. La
pobreza no existirá más.
Dios aceptó y le
concedió al campesino un año. Naturalmente pidió lo mejor y sólo lo mejor: ni
tormentas, ni ventarrones, ni peligros para el grano. Todo confortable, cómodo
y él era muy feliz. El trigo crecía altísimo. Cuando quería sol, había sol;
cuando quería lluvia, había tanta lluvia como hiciera falta. Este año todo fue
perfecto, matemáticamente perfecto.
El trigo crecía tan
alto….que el granjero fue a ver a Dios y le dijo: ¡Mira! esta vez tendremos
tanto grano que si la gente no trabaja en diez años, aun así tendremos comida
suficiente.
Sin embargo, cuando
llegó el tiempo de la cosecha los granos estaban vacíos. El granjero se sorprendió.
Le preguntó a Dios: ¿Qué pasó, qué error hubo?
Dios dijo: Como no
hubo desafío, no hubo conflicto, ni fricción, como tú evitaste todo lo que era
malo, el trigo se volvió impotente.
Un poco de lucha es
imprescindible. Las tormentas, los truenos, los relámpagos, son necesarios,
porque sacuden el alma dentro del trigo.
La noche es tan
necesaria como el día y los días de tristeza son tan esenciales como los días
de felicidad. A esto se le llama entendimiento. Entendiendo este secreto
descubrirás cuán grande es la belleza de la vida, cuanta riqueza llueve sobre
ti en todo momento, dejando de sentirte miserable porque las cosas no van de
acuerdo con tus deseos.”
En la tormenta está
el crecimiento, la madurez, el hacerse fuerte.
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