Panel izquierdo: El jardín del Edén
El postigo de la izquierda representa el Paraíso terrenal. Mide 220
centímetros de alto por 97,5 cm de ancho. Al fondo puede verse la Fuente de la
Vida. En primer plano hay una escena del todo atípica ya que no representa ni
la creación de Eva de la costilla de Adán, tampoco el modo de comportarse en el
jardín, ni la reconvención que sigue a la expulsión del paraíso, los únicos
temas relatados en el Génesis en relación con este episodio. En esta curiosa y
original escena aparecen Dios, Eva y Adán. Adán está despierto, lo que sólo
aparece en miniaturas, y Dios le está presentando a Eva, recién creada. Dios
está representado de una manera anticuada para los tiempos del Bosco: como Jesucristo.
Eva se encuentra arrodillada en el suelo y Dios la sujeta por la muñeca. Adán,
semitumbado, mira a la futura pecadora. Junto al primer hombre y la primera
mujer aparece el Árbol de la vida (un exótico drago), y en un segundo plano, a
la derecha, el Árbol del bien y del mal (una palmera, también llamado el árbol
de la ciencia), ya que alrededor de él se enrolla la serpiente tentadora. Dado
que en el siguiente panel se representa un mundo lujurioso, se ha interpretado
esta tabla como el preludio de lo que después acontecerá.
En lo que a primera vista parece el típico Edén, asociado a la idea de
paz y sosiego, con poco que observemos, ese idílico escenario se ve truncado.
Varios signos de hostigamiento irrumpen, los animales se enfrentan unos a otros:
un león derriba a un ciervo y se dispone a comerlo, un extraño bípedo es
perseguido por un jabalí. En el estanque, las disputas entre los animales
vuelven a reanudarse: un leopardo lleva en la boca un ratón, un ave devora una
rana. Son señales ajenas a la paz paradisíaca que suelen interpretarse como
aviso de pecado.
•El pecado femenino se personifica en los bichejos que se arrastran por
la tierra (insectos y reptiles) o nadan por el agua (anfibios y peces), ya que,
de los Cuatro elementos (tierra, agua, fuego y aire), la tierra y el agua eran
consideradas esencias pasivas llenas de fecundidad que, como la mujer, reciben
la semilla.
•El pecado masculino se representa por las alimañas que vuelan (insectos
voladores, aves, murciélagos…), ya que el aire es considerado un elemento
activo, asociado al fuego y opuesto a la tierra, por lo tanto, masculino.
•El demonio está escondido en los estanques y las rocas que son, para el
Bosco, la guarida de los espíritus malignos. Por ejemplo, en la fuente de la
vida vemos una estructura entre mineral y orgánica, con un orificio por el que
asoma una lechuza, un explícito símbolo de la malicia, que también aparece en
El carro de heno. Cabe la posibilidad de que este elemento arquitectónico,
similar a una flecha de una catedral, en el centro del cuadro, sea un símbolo
fálico preconizador de los placeres de la carne de la tabla central. A su
derecha, «una roca cuya forma es el rostro oculto del Diablo», del que surge la
serpiente que se enrosca al Árbol de la fruta prohibida. Los extraños contornos
de esos montes rocosos del fondo indican una posible perturbación de la
pacífica convivencia.
Aparecen en la obra animales reales, pero extremadamente exóticos, en la
época de El Bosco, como jirafas, elefantes, leones, leopardos, cuando África
era prácticamente desconocida en Europa. El autor sólo pudo tener referencia de
esas bestias a través de los bestiarios mitológicos medievales (que sin duda
superó con creces) y los dibujos que comenzaban a circular gracias a la imprenta,
sobre todo los que tenían Egipto como tema principal.
La obra presenta un intenso y variado cromatismo. Predominan los verdes
y el azul intenso del fondo, que contrastan con el manto rojo de Dios y la
blancura de los cuerpos de Adán y Eva.
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